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Tanto en la vida personal como laboral nos encontramos con situaciones que no podemos controlar y nos “afectan”. Sin embargo, debes saber que en tus manos hay más poder de lo que crees y muchas veces los resultados que tienes son producto de no ejercer ese poder.
La lluvia, el tráfico, la actitud de tus compañeros y trabajo de tu jefe, que te entreguen tarde algo que necesitas con urgencia, que lleguen tarde a una cita contigo. Todos estos son ejemplos de cosas que no puedes controlar, pero sí las puedes influir.
Hay dos formas de influir en los resultados que tienes en tu vida. Una es modificando cómo las percibes para que en tu mundo interno no te afecten y la otra es modificando tu forma de actuar para que, eventualmente, logres lo que quieres o, por lo menos, sea menos frecuente que pasen cosas que no deseas en tu mundo externo.
Te voy a dar un ejemplo en el área personal y otro en la laboral.
En 2012 compré un automóvil del año y de agencia que me gustaba mucho. A los pocos meses de tenerlo lo presté a un amigo y me le rompió una parte de la calavera al golpearlo con un poste. En otra ocasión en el estacionamiento de un centro comercial alguien lo rayó muy feo, y así, había cosas que hicieron que me dejara de gustar, a pesar de que siguiera siendo del año. En diciembre, tuve un accidente. Iba algo rápido, estaba lloviendo, pasé una curva donde había un tope que me hizo perder el control del carro y caí a un barranco. Puedo decirte que mientras el carro daba vueltas y se dirigía a caer con las llantas hacia arriba, me enfoqué en algo que me hizo sentir emocionado más que asustado. Esto fue: “espero que sea pérdida total para que el seguro me devuelva el 100% del auto y poderme comprar otro nuevecito”. Por si lo estabas pensando, no fue adrede el accidente. No soy tan maquiavélico.
En fin, éste es un ejemplo de cómo cambiar el mundo interno para que, a pesar del resultado, tu experiencia sea favorable. Así, las personas, a través de sus recursos internos, logran construir su realidad, y ésta puede ser un infiernito o un cielito.
Por cierto, sí fue pérdida total.
Ahora revisemos un ejemplo laboral. En una ocasión, un jefe que tuve en un empleo, me empezó a tratar “mal” desde mi punto de vista. Me negreaba, como se suele decir. Y de plano yo ya estaba saliendo a las 10 de la noche todos los días. Así que, queriendo cambiar mi mundo externo, decidí hablar con él tratando de ser muy asertivo (la asertividad es decir lo que piensas y sientes de una manera prudente). Le valió. Me dijo que yo podía con eso y más y que así eran las cosas por el momento. Conversaciones de este tipo las tuvimos en varias ocasiones, hasta que decidí escalar el caso a su superior. Es verdad que lo que resultó no fue agradable. Pero al final obtuve lo que quería. un trato justo, una carga laboral justa, y la consciencia tranquila.
Podrás pensar que, en estos casos es mejor callar, para evitar represalias. Probablemente tengas razón, pero yo he aprendido a no callar y a aceptar las consecuencias que, eventualmente, son más positivas que negativas. La gente empieza a tratarte diferente porque comienza a saber que eres alguien asertivo, que no te callas, pero que cuando hablas eres empático.
Bien. Cómo hacer todo lo anterior. “Muy sencillo”. Recobra tus 4 poderes y tus 4 responsabilidades.
Los seres humanos tenemos 4 poderes, dos de ellos son privados (sólo nosotros los podemos notar) y dos son públicos (que son las manifestaciones de los primeros dos y las otras personas los pueden notar).
Para influir en tu mundo interno basta con hacer un buen uso de tus poderes privados. Para influir en tu mundo externo es necesario añadir los poderes públicos.
Los poderes privados son tu capacidad de pensar y de sentir. En el pensar está tu forma de ver la vida, tus percepciones, tus creencias y toda la experiencia que has acumulado. Tú puedes, si lo deseas, decidir cómo pensar y percibir cada situación en tu vida. En el sentir está tu calidad de vida, tu forma de experimentar cada situación. Sin embargo, uno siente de acuerdo a como uno perciba. Así que si deseas influir en tu forma de sentir, debes antes influir en tu forma de pensar. Aún así, tú eres dueño de tus emociones. Los eventos y personas influyen en tus emociones, sí, pero al final tú tienes la última palabra.
Los poderes públicos son tu capacidad de hablar y de hacer. En ellos radica la magia de la creación y la destrucción. Gracias a ellos puedes convertir tu mundo externo en eso que siempre quisiste o en todo lo contrario. El tema es que sólo te atreverás a hablar y decir lo que piensas y sientes, si antes has trabajado precisamente con lo que piensas y sientes. Si, por ejemplo, quieres decir a alguien que deje de hacer algo que a ti te afecta, es probable que el miedo o la vergüenza te ganen, esto es porque no has trabajado lo suficiente tus emociones y eso habla de que tampoco has trabajado lo suficiente tus pensamientos y mentalidad.
De la misma forma, el atreverte o no a hacer algo, es lo que determinará tu resultados en la vida. Desde emprender un negocio, renunciar a un empleo, mudarte de ciudad y cualquier otra cosa que se te ocurra, no lo harás de la forma más adecuada si no haz madurado, nuevamente, tus emociones y pensamientos. Hay personas que se victimizan responsabilizando a los demás de no conseguir lo que quieren. Hay otros que sólo viven esperanzados a que las cosas cambien por sí solas. Estas dos mentalidades no te llevarán a lograr tus sueños. Sólo el ser un hacedor, es decir, pensar en soluciones, el responsabilizarte al 100% de tus resultados y tener una actitud de acción, te llevará eventualmente al logro de tus objetivos.

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